Por Angie Lucas
“Todas las familias guardan recuerdos”, dijo el élder Dennis B. Neuenschwander en la Conferencia General de abril de 1999. “Las familias coleccionan muebles, libros, objetos porcelana y otras cosas de valor que luego pasan a su posteridad. Esos hermosos recuerdos nos hacen evocar a nuestros seres queridos que ya se han ido y pensar en los que todavía están por nacer; ellos forman un puente entre el pasado y el futuro de una familia”.
El élder Neuenschwander continuó explicando que aún más valioso que esos objetos son la genealogía, las historias de la familia, los relatos históricos y las tradiciones que guardamos y transmitimos. Sin embargo, los objetos pueden servir como recordatorio maravilloso y tangible de esas historias, asegurándose doblemente que las mismas continúen contándose y recordando, uniendo los corazones a través de generaciones.
El caballito mecedor de Joseph
Cuando visité Nauvoo en el año 2000, un recuerdo de familia que llevé a casa fue un fino adorno de metal navideño con la forma de un caballito mecedor; el cual, venía con un relato, impreso en un papel, de un pequeño caballito que pertenecía a un niño llamado Joseph Taylor.

La familia de Joseph salió de Nauvoo en 1846 con un carreta cubierta y cargada hacia Utah. El caballito mecedor, tallado por el padre de Joseph, quedó abandonado. Joseph extrañaba el caballito tanto que lloró por dos días. Su padre, John Taylor, quien sería el tercer Profeta y Presidente de la Iglesia, finalmente decidió regresar con su caballo a Nauvoo, bajo la oscuridad de la noche a fin de evitar los populachos y recuperar el juguete. Él lo ató en la parte exterior de la carreta para el largo viaje a través de las planicies.
El pequeño caballito y la historia que lo acompaña fue heredado y conservado por más de 120 años, hasta que finalmente fue donado a los esfuerzos de restauración de Nauvoo que comenzó en la década de 1960. Se ha exhibido en la casa restaurada de la familia Taylor desde ese entonces.
No era el juguete en sí ni el hecho de que tenía más de 150 años en el momento que lo vi por primera vez lo que conmovió mi corazón; sino que era la historia de un padre que arriesgó su propia vida, para aliviar el dolor de su hijo pequeño.
Consejo: Miren a su alrededor, en su casa, en la de sus padres o abuelos, busquen objetos familiares que se hayan heredado por generaciones. Luego indaguen más profundo para saber por qué tenían tanto significado esos objetos. La mayoría de los recuerdos no tendrán historias tan dramáticas como el caballito mecedor de Joseph Taylor, pero todavía puede ir más allá de “la taza de té pertenecía a mi bisabuela y yo solía verla en su cocina”. ¿Qué significaba la taza de té para ella? ¿Qué nos dice acerca de ella? (Quizá que ella era elegante, meticulosa y cuidaba mucho sus posesiones, tal vez que ella nunca tuvo muchas cosas materiales, pero ese era uno de los pocos objetos bellos que poseía). ¿Cómo llegó a sus manos?
La cuchara de Crystal de la Guerra Civil
En un artículo anterior de FamilySearch, escribí sobre Crystal Farish, cuya abuela tenía una tradición de cocinar la misma comida cada domingo, lo cual era ensalada de col sueca, en un bol con flores rosas y una cuchara de plata que había pasado en la familia a través de generaciones desde la Guerra Civil.
Para Crystal, el bol y la cuchara llegaron a ser un símbolo del amor, la devoción y resiliencia de su abuela paterna. El padre de Crystal falleció cuando ella tenía 12 años, solo tres días antes de Navidad. Su abuela, mientras todavía lamentaba la pérdida de su amado hijo, continuaba reuniendo a la familia para Nochebuena y seguía cocinando la comida de costumbre, enseñándole a Crystal que la vida continúa y que las tradiciones familiares pueden ser una tabla de salvación ante las grandes pérdidas.
Consejo: Usar los objetos familiares como algo natural en las reuniones y tradiciones actuales, para que sus historias puedan seguir contándose, y así seguirán cobrando nueva vida y significado. Lo que representa la cuchara de la Guerra Civil para Crystal ahora tiene muy poco que ver con su historia original. Tomó un nuevo significado para ella debido a que se utilizaba, en vez de acumular polvo en un estante de la cocina, destinada a ser olvidada.
La máquina de escribir de Stacy
Stacy Julian, de Spokane, Washington, tiene una máquina de escribir antigua puesta en un estante sobre sus álbumes de fotos y de recortes, que se exhiben junto a los cuadros de fotos heredadas. La máquina de escribir pertenecía a su abuelo, James “Mac” McDougal, quién la compró para llevarla a su misión.

“Solo porque la tengo, eso no da un significado automático a la nueva generación”, dice Stacy. Así que planificó una actividad familiar para ayudar a sus hijos a familiarizarse mejor con la máquina de escribir y la historia detrás de ella. Les hizo levantar la máquina pesada y tocar las teclas, explicando de de dónde proviene el término “teclado” (ya que los niños, en su mayoría, encuentran teclados digitales en sus dispositivos electrónicos en estos días).
“Le dije a mis hijos que la abuela recuerda a su papá llevando esta máquina por las escaleras para que pudiera sentarse en la mesa de la cocina y escribir cartas”, dice Stacy, y luego leyó un fragmento de una carta que había sido mecanografiada en esa máquina.
Al día siguiente, Addie, la hija de Stacy de 8 años, estaba contemplando una foto que habían heredado que estaba colgada en su casa y preguntó: “¿Ése es el abuelo con la máquina de escribir, verdad?”. Stacy confirmó que lo era, y Addie sugirió que Stacy usara la máquina de escribir para escribir una carta a Chase, su hijo que en ese momento estaba sirviendo una misión.
“Addie estaba creando un puente entre dos generaciones y establecía una conexión con su bisabuelo”, Stacy dice, sin mencionar la adorable conexión misional: cartas escrita de y para los misioneros de la misma familia, en la misma máquina de escribir, con más de 80 años de diferencia.
Consejos: Crear oportunidades para compartir las historias de objetos familiares con sus hijos y nietos de una manera que resuenen con ellos hoy en día. Conecte los objetos con las experiencias actuales de la vida (tal como Stacy hizo con el teclado), y también con los antepasados específicos que una vez los poseyeron. Los niños Julian ahora saben algo específico acerca de uno de sus bisabuelos, gracias a una lección de la noche de hogar.
“Creo que a medida que esperamos esa gran reunión familiar que le sigue a esta vida”, Stacy dice: “vamos a querer prepararnos no solo para reunirnos con nuestra familia, sino también para conversar con los miembros de la familia que hemos trabajado para encontrar. Querremos tener algo más que solo nombres y fechas para acercarnos a ellos, y si hemos creado conexiones y disfrutado experiencias con ellos, tendremos más de qué hablar”.
Acolchado de cinco generaciones de Angie
Tengo un recuerdo familiar que estoy haciendo que es más significativo para mí que muchos de los pequeños objetos que he heredado a través de los años. Actualmente, está guardado en el primer cajón de la cómoda, en pedazos, dentro de una caja de cartón negro.
Es un acolchado que mi bisabuela comenzó a cortar hace varias décadas en lo que, según me dijo mi abuela, es un patrón en forma de flor. Cuando falleció la bisabuela falleció, mi abuela tomó la pequeña caja y comenzó a trabajar en el acolchado también. La sacaba de vez en cuando, entre un sinnúmero de otros acolchados y los proyectos de costura que ella siempre hacía, y cocía un cuadrado o dos.

Mientras estaba en la sala de costura de la abuela, escuchándola contar acerca de esta caja de restos de telas, le dije cuánto me gustaba el modelo y los colores. “¿Te gustaría esto?”, dijo ella, “Dudo que alguna vez lo pueda terminar”. Me había olvidado que era imposible admirar algo en la presencia de la abuela Neva sin que ella tratara de dártelo, sin embargo, lo acepté con entusiasmo.
La abuela falleció a principios de ese año, y ella tenía razón, no hubiera podido terminar el acolchado. Pero yo lo haré, y tengo la intención de pedirle ayuda a mi madre, que es mucho mejor costurera que yo, y hasta haré que mi pequeña hija le de una o dos puntadas. Al final, será un acolchado hecho a mano por cinco generaciones de mujeres desde Ila Priscila Olsen Turner que nació en 1908, hasta Keira Jane Lucas que nació en 2010.
¿Y qué historia tendrá este recuerdo para mí? Recuerdos de las manos de mi abuela, aplicando puntadas meticulosas que continuamente ganaban el premio en la feria del condado. Yo, como niña, jugando debajo del armazón para acolchados, mirando la aguja yendo hacia abajo y hacia atrás. La frugalidad admirable de la abuela (no hubo ningún trozo de tela demasiado pequeño para ahorrar) así como su generosidad (cada uno de sus hijos y nietos recibió un acolchado hecho a mano cuando se graduaban de la escuela secundaria y cuando se casaban).
Consejo: Esta experiencia de estar en la sala de costura de mi abuela escucharla hablar sobre sus telas y acolchados, nació de una serie de fotografías que tomé un día por toda su casa. Sabiendo que mis abuelos se estaban poniendo muy débiles y era muy probable que no vivirían de manera independiente por mucho más tiempo, fui cuarto por cuarto, fotografiando objetos sentimentales que particularmente permanecían en mi memoria desde la infancia. Sea que con el tiempo termine o no con alguno de esos objetos, al menos tendré las fotografías para despertar recuerdos futuros. Estoy segura de que subiré algunas de esas fotos y relatos a la sección de Recuerdos del perfil de mi abuela en FamilySearch.
Las cosas que importan
“Si deseo que mis hijos y mis nietos conozcan a quienes todavía conservo en la memoria, entonces debo crear un puente de unión entre ellos”, dijo el élder Neuenschwander en su discurso de la conferencia de 1999. Los objetos, recuerdos y artículos pueden construir esos puentes de una manera tangible y accesible que harán que los recuerdos sean más reales para las nuevas generaciones. No hay solo una historia que contar o una fotografía para mirar, hay un caballito mecedor, una cuchara de plata, una máquina de escribir o un acolchado que brinda la historia de la vida.
“Mis nietos no tendrán ningún conocimiento de su historia familiar si yo hago nada para preservarla para ellos”, continuó el élder Neuenschwander. “Lo que yo no registre de alguna forma, se perderá después de mi muerte; y todo aquello que yo no les deje a mis hijos y a mis nietos, jamás lo tendrán”.